¿Bueno? ¿Malo? ¡Quién sabe!

Reflexión sobre la ambigüedad de las situaciones en la vida a través de la historia de un rey y un sabio.  Si

Mucho tiempo atrás, un rey estaba cazando cuando se lastimó el dedo. Llamó al doctor que siempre lo acompañaba en la caza y el mismo aplicó una tirita (Curita). -¿Estará bien?- preguntó el rey -¿Bien? ¿Mal? ¿Quién sabe? -respondió el médico- y continuaron cazando. Para cuando estuvieron de regreso en el palacio, la herida se había infectado. El rey llamó nuevamente al médico. El doctor limpió la herida, aplicó un ungüento y una venda. -

¿Estás seguro de que estará bien? –preguntó el rey. -¿Bien? ¿Mal? ¿Quién sabe? -respondió el médico. El Rey se quedó preocupado. El rey tenía razón, pues unos días después el dedo se infectó tan mal que hubo que amputarlo. El rey se enojó tanto con su incompetente doctor que él personalmente lo escoltó al calabozo y lo arrojó en la celda.

-¿Y doctor, qué tal le parece la celda?

-Mmm… ¿estar en prisión?, su majestad… ¿Bien? ¿Mal? ¿Quién sabe? –respondió el doctor mientras se encogía de hombros.

-¡Ud. ¡Está mal de la cabeza y es un incompetente!

Unos días más tarde, cuando la herida sanó, el rey salió de caza nuevamente. Iba tras un animal cuando se separó del grupo y se perdió en la selva. Allí fue encontrado por un grupo de aborígenes. ¡Era su día sagrado y habían encontrado un sacrificio para su dios!

Ataron al rey a un árbol y comenzaron su ritual cantando y bailando mientras afilaban el cuchillo. Cuando el chamán estaba a punto de cortar la yugular del rey, advirtió que le faltaba un dedo…

-¡Alto! –ordenó. –Este hombre tiene sólo nueve dedos, no es un espécimen perfecto para ofrecerlo a nuestro dios. ¡Libérenlo!

Unos pocos días después, el rey encontró el camino de regreso al palacio y fue directo a ver al médico al calabozo. No podía agradecerle lo suficiente.

-Pensé que eras un estúpido diciendo ese sentimiento de -¿Bien? ¿Mal? ¿Quién sabe? ¡Ahora lo entiendo! ¡Cuánta razón tenías! Perder mi dedo resultó bueno, al fin y al cabo, ¡me salvó la vida! Lamento mucho haberte encerrado en la celda.

-¿A qué se refiere, su majestad? ¿Qué fue malo en ponerme en la celda? De otro modo lo hubiera acompañado de caza, hubiera sido capturado también… ¡y yo tengo los 10 dedos!