Las personas nos proponemos objetivos y dedicamos un gran empeño en conseguir lo que queremos. El resultado esperado supone satisfacción, alegría. Al fin y al cabo, si desmenuzamos el propósito de nuestras acciones, todo se reduce a SER FELIZ.
El problema es que olvidamos que la vida no es un resultado. La vida es un camino, un viaje. No se trata de llegar a donde vamos sin importar lo que requiera, sino disfrutar de cada paso que damos ¡Y llegar de esa manera!
La vida es un camino, un viaje.
Tan ensimismados estamos en el objetivo, que muchas veces corremos el riesgo de olvidarnos parar un momento; mirar a nuestro alrededor. VER. Ver la naturaleza que se despliega. Ver gestos de amor en cada esquina.
Cuando nos detenemos, respiramos, nos conectamos con todo lo que nos rodea y suspendemos los juicios, algo mágico ocurre. Una sensación de bienestar comienza a recorrer nuestras venas como si de golpe se abrieran las compuertas de una represa. La felicidad está ahí. No hace falta ir a ningún lado. Está bajo la densa capa de pensamientos que nos suelen llevar de las narices hacia el pasado y al futuro. Olvidamos el regalo que es el PRESENTE (y no es inocente que 'presente' significa regalo).
Es cierto, en el presente hay problemas. Yo prefiero llamarlos desafíos, aprendizajes. Y creo que estamos aquí para aprender. ¿Entonces podría resultar que ese problema sea un presente también?
Cuanto más resistimos, más duro se pone todo.
Cuanto más fluimos y abrazamos lo que viene, viene cada vez mejor.
Mientras tanto, la vida se despliega a tu alrededor. Recuerda detenerte, respirar y sonreir.
Fernando Reznik
Julio 2013